El 17 de agosto de 2013 empezó en el Cinqueta como una jornada de encuentro, de celebración del río, un día soleado en el Pirineo, que, de pronto, se convirtió en un día maldito que todos desearíamos que nunca hubiera ocurrido.
Había muchos piragüistas en el río compartiendo ese descenso, amigos y familiares en las orillas, muchos testigos que no pudieron hacer nada por intuir o evitar lo que iba a suceder.
En un momento del descenso, Agustín salió del kayak y cayó a nado por un salto. Desapareció de nuestra vista con la peor fortuna posible, yendo a parar a una trampa sumergida de la que no había salida.
Se nos fue dejándonos una horrorosa sensación de impotencia y de dolor.